viernes, 13 de septiembre de 2013

Disturb the sound of silence






Hoy parece ser un día como cualquiera. Un poco más nublado que los anteriores de ésta semana, pero sobre todo, frío. El té se calienta en la estufa, y yo estoy sentado aquí enfrente de la computadora sin mucho qué hacer. Pero no tengo sueño. Le acaricio la cabeza a mi mascota, Loca se llama, es una perrita criolla de once años ya entrados en doce, de talla mediana, de color blanco con manchas doradas y atigradas, bastante aprensiva y cada día un poco más lenta. Me pregunto qué diría (en caso de que pudiera hablar) de esta mañana. Se bambolea de un lado a otro con pasos lentos, meneando la cola como si el tiempo en realidad no hubiera pasado nunca, como si fuera todavía la cachorrita que metía la nariz en todos lados y mordía los zapatos y los calcetines. Siempre al verla me pregunto si fue o no feliz. Si fui lo suficientemente bueno con ella. Cuando eso pasa me da por agachar la cabeza y decir que no, que pude haber hecho  mejor las cosas y haberle ahorrado mucho sufrimiento.

Ustedes no están para saberlo, pero ella venció al cáncer. Nunca la esterilizamos. Tampoco tuvo crías. Por cosas hormonales que no entendí bien (pero para eso hay veterinarios), Loca desarrolló tumores en sus glándulas mamarias, y después de dos operaciones bastante agresivas, pudieron extirparle todas las masas cancerígenas, con el riesgo de que no sobreviviera. Pero al final lo hizo, y agradezco infinitamente a los médicos veterinarios Elías Vázquez y Daniel Herrera, que estuvieron pendientes de sus recuperaciones y siempre han sido grandes amigos. Gracias a ellos que tendremos Loca para un rato más. Y aunque ya no haga agujeros en la tierra (a veces tan grandes y profundos que ella misma cabía), ni corra de un lado a otro y prefiera quedarse tumbada cerca de la estufa en días fríos como este, siempre estará en mi corazón como la bolita de pelos que me cabía en las manos si las hacía un cuenco. Siempre será para mí un ser lleno de amor y una luz en el camino que me recordará que SIEMPRE las ganas de vivir ayudan a curar todo.


Per tenebras ad lucem.
EL TRAGASABLES

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