domingo, 19 de mayo de 2013

El silencio en los ojos de un gato callejero




Para Dam


"No tendrás que llorar para el mar..."
Liquits



La franja de playa estaba atestada de gente. Así apenas es posible imaginar que hubo un tiempo en el que no se habían construido tantos hoteles, ni complejos habitacionales. A mi me da por pensar cómo habrá sido este lugar hace cien años, pero la visión no me alcanza. Hay lugares que parece que siempre han sido como son, aunque los haya visto transformarse: las calles de mi ciudad, la casa donde crecí... Y en mi mente sólo quedan imágenes, como fotografías borrosas. Muchos de mis recuerdos están todavía guardados en una cinta de VHS que el tiempo enredó y que compuse lo mejor que pude, pero cortando fragmentos que (espero) no eran tan importantes..

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Yo no se que hice en el trayecto que me ha tocado vivir, ni siento que haya sido algo extraordinario, pero siempre he tenido buena suerte. No creo en el karma, ni en el destino, ni en tantas cosas que si las terminara de enumerar, nos da agosto. Ando por la vida como un ciego, tropezándome con todo, a tientas y a la defensiva. Creando monstruos detrás de todas las cosas, perdido en las tinieblas; con los ojos velados por el desengaño y la incertidumbre. Pero siempre he encontrado la forma de seguir la línea, aun cuando esta no vaya siempre por el camino de luz y esté cubierta de espinas. Me he pasado la vida caminando a la orilla de la carretera, sin saber muy bien a donde me lleva o a donde quiero ir yo, cada vez un paso detrás del otro. Sin prisas. Llenándome los bolsillos con las historias que imagino dentro de las paredes que llegan a cubrir el corazón de las personas: historias de miedo y de sobrevivencia, de infinitas tristezas, de soledades y de indiferencias; historias de silencios, de fracasos, de preocupaciones que parecen perpetuas... Pero también hay historias que encierran el esfuerzo de un padre o de una madre, el color de la risa de un niño, el heroismo de defender un pedazo de tierra, la ternura con que labran la tierra los campesinos, la perseverancia de un loco que persigue un sueño, el orgullo en la mirada de las mujeres y los hombres honestos, el amor por encima de cada uno de los actos de la gran comedia humana. 
Y entonces puedo encontrar la belleza en los detalles mas pequeños, casi imperceptibles, pero que está ahí, flotando en las nubes y en las flores, y en las alas de los gorriones y de las mariposas...

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Mientras te esperaba me entretenía removiendo los edificios y el pavimento con la mente, haciendo la playa más larga y más ancha. En lo que ahora son calles y altas paredes con ventanas pequeñas, dibujaba palmeras y espesa vegetación. Con un parpadeo se borraron las palapas y la gente, y se formaron blancas nubes en el cielo, mientras las velas azules de un barco flotaban en el horizonte... 
Me senté en la banqueta y cerré los ojos, para poder oir al mar con su eterno canto. Podía sentir al sol besándome la frente. Y cuando te vi venir confirmé que si, definitivamente siempre he tenido buena suerte. La suerte de un gato callejero que vagabundea de noche, en silencio. Un gato callejero que casi siempre anda perdido, pero nunca se ha extraviado. Arisco, desconfiado, cínico, suicida... pero que jamás está solo, porque se que tengo en ti mucho. Y por eso tengo tengo tanta suerte. 
Porque estoy vivo. 
Porque te quiero. 
Gracias.

jueves, 16 de mayo de 2013

Justificar la imprudencia.








"Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa El Salmón"
Andrés Calamaro




Veo los coches pasar desde la ventana y el viento apenas roza los arbustos; son las únicas cosas que yo siento como señales de que el tiempo no se ha detenido. De pronto me siento intranquilo. En días como este no debería venir a trabajar, pero no hay más que hacer: como dirían los Caballeros de la Quema, "el que no se rifa un poco no come". Aparte los sábados pagan. Y a mi que me caga tanto esto de las rutinas. Me aburren. Me desesperan. Me dan ganas de tomar mis cosas y largarme a cualquier otro lado, pero de pronto caigo en la cuenta de que de todos modos no tengo donde ir...

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"¿Nunca te pasa que hasta los felpudos se cruzan de calle si te ven venir?" Canta Ivan Noble en mis audífonos. Me duele la cabeza y me arde la garganta, siento la boca pastosa y amarga. Cierro los ojos y pienso que no hay nada peor que ir al trabajo con resaca, todo pinche pálido y ojeroso, tratando de pensar en qué momento la noche se hizo tan larga, a partir de que cerveza fue que dejé de pensar que al día siguiente tenía que levantarme temprano y entonces empecé a beber como si no fuera a arrepentirme de ello; y encima toda la gente se aleja nada mas de verme. Me bajo del camión en Chapultepec y el sol me da de madrazo en la cara, camino despacio porque me tiemblan las piernas. Entro al metro con miedo de que me den náuseas. Me urge encontrar una pinche farmacia para comprar un desodorante, una botella de agua, una pasta y un cepillo de dientes, al menos para dar el gatazo y mi jefe no se saque de pedo, también para ver si me siento un poco mejor. De momento estoy que me carga la chingada y le ruego a mis deidades paganas que no haya tanto trabajo, que por todos los demonios el día no sea tan largo. Daría mi reino (si lo tuviera) por dormirme un par de horas...

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Hay días que parece que todo se confabula para darme en la madre, o a lo mejor es que me encanta andar poniéndome las cosas cuesta arriba, haciéndolo todo más difícil. Es una de las costumbres mas pendejas que tengo, pareciera que me gusta ir boicoteándome la existencia hasta que ya no haya otra solución que salir corriendo antes de que todo se derrumbe. Eso me estresa, ser tan idiota. Tan fácil que resultaría ponerse las pilas y empezar a desarrollar métodos para no cagarla, al menos para no cagarla tan feo. Ser un poco mas honesto, al menos conmigo mismo. Aceptar las cosas como vengan y quitarme esa maña tan pinche de andarme quejando de todo. Poner las cosas en orden y atender las prioridades. Llevar una vida más sana y no destruirme como si tuviera mucho que destruir, porque la verdad es que cada vez le faltan mas piezas al rompecabezas abstracto y sin forma que soy, a veces me miro al espejo y ya no me reconozco.

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Todo me dio vueltas, y en un segundo no vi mas que oscuridad. Apreté los párpados y las mandíbulas; pero de pronto sentí el sabor metálico en la boca. Vale madre. Me acerqué al lavabo y me eché agua en la cara. Me caga la sangre, siempre tan escandalosa. Encima la pinche jaqueca. Me senté en el retrete y me recosté hacia atrás, jalando hacia atrás la cabeza y tensando el cuello, intentando ponerla en alto. Me taponeé la nariz con papel de baño y esperé que pasara, sin poder sacar de mi mente que odio a la gente que no tiene que trabajar los sábados.

El Tragasables