martes, 18 de septiembre de 2012

Sobre la donación de órganos (un ensayo a puñetazos)



Mucho se dice en la actualidad acerca de la donación de órganos. Hay quienes se pronuncian a favor y hay quienes se pronuncian en contra de esta práctica que, en pleno siglo XXI, sigue levantando controversia. Desde los que la promueven por el hecho de significar un acto de altruismo por parte del donador, y una oportunidad de mejorar la calidad de vida del receptor. Pero hay también quienes ven en la donación de órganos una forma de transgredir a la naturaleza, personas que toman posturas basadas en puntos de vista influenciados por creencias populares o religiosas, la mayor parte de las veces, erradas.
Si bien es cierto que hay religiones que se oponen a prácticas como las transfusiones de sangre (como los llamados Testigos de Jehová), y doctrinas que postulan la sanación espiritual por encima de la ciencia médica (como la Ciencia cristiana), lo cierto es que la gran mayoría de las creencias religiosas occidentales promueven la donación de órganos como una de las expresiones más altas de compasión y generosidad. Incluso el tan criticado Islam. Por otra parte, las religiones orientales prefieren considerar la donación de órganos como un acto de conciencia propia, y valoran altamente los actos de compasión. Aunque siempre hay minorías que se oponen, como los gitanos, que aún cuando no han asumido una postura concreta ante esta cuestión, argumentan la existencia de la vida después de la muerte, en la que si una persona llega a donar parte de si, estaría incompleta, dado que todas las partes del cuerpo deben estar intactas porque el alma tiene una forma física.
Pero la verdad es que, la mayoría de los mitos alrededor de la donación de órganos, están basados en suposiciones mal informadas acerca de esta práctica. Hay quienes afirman, por ejemplo, que un transplante tiene un costo monetario, lo cual es obviamente falso, si no la donación, no se llamaría "donación". Y, si bien es cierto, existe la posibilidad del tráfico de órganos en el llamado "Mercado Negro", todo esto se vincula la mayor parte de las veces al crimen organizado, responsables de redes de corrupción,  secuestros, asesinatos y trata de personas. También hay que agregar que para recibir un órgano no influye la posición económica, sino cierta clase de criterios que los especialistas evalúan antes de calificar a alguien como receptor.
Otras suposiciones están ligadas a las consecuencias emocionales para la familia del donador, o llegar a considerar la donación como una mutilación, o que incluso el solo plantear la cuestión de donar divide opiniones entre los familiares. Lo cierto es que nadie tiene el derecho de decidir por otra persona, e incluso si llega a darse el caso de la muerte de alguien que, al ejercer su libertad de decidir, externó su negativa, lo mejor que podría hacerse sería respetar su elección.
Hay muchos aspectos a considerar con respecto a la donación de órganos, problemas que implican el uso de la conciencia al considerar la idea de preservar la vida dando parte de ti mismo, la idea que se tiene del cuerpo, las creencias personales y las religiosas. 
En mi caso, me considero a favor, aúnque cuando carezco de una formación religiosa, mi pensamiento es que si, incluso al morir, todavía puedo hacer algo bueno por alguien, lo haría sin dudar.

martes, 11 de septiembre de 2012

Mañana cuando me despierte



“Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana."

Eduardo Galeano





Cuando iba en la primaria me tragaba todos los cuentos que recorrían los pasillos de mi escuela, cosas como que se aparecía un payaso en el baño de los niños como a las 4 de la tarde, o que aquel niño apodado el “Chucky” tenía un ojo biónico y por eso siempre lo tenía rojo. La verdad es que yo nunca vi al payaso, y aunque ya no recuerdo el nombre de aquel niño “Chucky”, tiempo después supe que había tenido un accidente y tuvieron que ponerle una placa de metal en la cabeza, y a veces sufría de terribles dolores que le provocaban derrames en el ojo izquierdo. La verdad es que siempre fuí un escuincle bastante crédulo, pero hoy me sonrío al pensar como Arturo Pérez-Reverte escribió en “El capitán Alatriste”, me acuerdo de esas cosas “quizá porque la verdadera patria de un hombre es su niñez”.
Y no es que haya tenido una infancia muy feliz o llena de dicha, la verdad es que cuando se es niño uno vive con lo que puede y lo más mínimo le basta para construirse mundos enteros en los que con un poco de imaginación se puede llegar a ser héroe, astronauta, rey, pirata, soldado  o “crack” del futbol. Mi infancia fue fue un sitio en el que una toalla amarrada a la espalda bastaba para sentirse Superman, o Batman, y un montón de cajas de cartón podían hacer una nave espacial, y tres postes de madera vieja en un campo baldío eran una portería del Estadio Azteca. Así que puedo afirmar que, de todas las etapas de mi vida, mi infancia ha sido la estación de paso más colorida y más soleada, porque mi “ingenuidad” me salvó de los fantasmas que había debajo de mi almohada, los monstruos que se escondían en la oscuridad y en los rincones, que cuando fuí creciendo fueron tomando forma y terminaron por engullirme sin piedad.
Mientras más pasaban los días en mi vida, más me daba cuenta de que el mundo se regía por convencionalismos poco convencionales, que hacen la vida más fácil y más amarga. Me di cuenta de lo fácil que es esconderse y a la fecha nunca he entendido porque siempre  me he escondido tanto, ni siquiera de que. Aprendí a sentirme culpable, insatisfecho, triste y vacío. Insuficiente. Frustrado. Empecé a tener miedo y a ser desconfiado. Me bebí el veneno de la mentira, que te endulza en aliento y te pudre el corazón. Creo que, sobre todas las cosas, aprendí que podía ser todo lo idiota que pudiera, siempre y cuando justificara mis acciones de forma elocuente. Me volví, como quien dice, una persona común.
Me volví gris.

No recuerdo cuando fue que empecé a ser un artesano del autoengaño, fabricante de ilusiones que se desvanecían en el aire cuando intentaba tocarlas. Yo me sentía seguro pintando paisajes de utilería, y al perfeccionar mi técnica casi llegaron a representar un camino, pero no eran otra cosa que cartones que se desplomaban con la primera ráfaga de aire. Nada sólido, solo imágenes sobrepuestas en un escenario mal iluminado.
Entonces luego quise ser auténtico, salir de lo tradicional y dejar de representar un personaje inventado por y para los demás. Me ahogué en poesía. Descubrí sistemas y estructuras que dictaban el movimiento de las cosas como oráculos que predecían el futuro y condenaban el pasado. Me perdí en las vidas y los pensamientos de personas que nunca he sabido si existieron, y me identifiqué con personajes ficticios que me hubiera gustado ser. Levanté muros de lo que yo creía era sensatez y razón, y puse puertas que no se abrían más que para mi. Me encerré en mi mismo, con mis dudas y mis monstruos, y mi ignorancia, y mis tristezas y mi estupidez. Olvidé que incluso al fabricar mentiras podía utilizar mi imaginación, y mi voluntad al hacer que las personas me creyeran. Me sentí por encima de todas las cosas, tan grande que todo lo veía pequeño, inútil e insignificante. Veía todo desde la azotea de mi fortaleza que no era otra cosa que una prisión, donde tenía un palacio de idiotez, lejos de las cosas que importaban y de las pequeñeces que hacían la vida llevadera. Y entonces me caí. Entonces todo empezó a caerse, a quemarse.

Dentro de mí todo se derrumba, y encima este puto arquitecto que fuí de mi mismo no trazó salidas de emergencia o habitaciones de pánico. Ni siquiera un maldito agujero donde refugiarse. Como si nunca hubiera pensado que fuera necesario. Y hoy, que me quemo hasta los cimientos, pienso que pude haber hecho las cosas mejor.
Pude haberle dicho a aquella chica que la quería, decirle a aquel amigo que era mi amigo, haber entrado a aquella clase, haber ido a aquella fiesta, no haber bebido tanto, no haber fumado tanto, no haberme ido tan temprano, no haberme quedado dormido, no haber hecho tanto daño, no haberme extraviado a conciencia, pude haber tomado ese camión, haberle hablado a aquella chica... Pude haber hecho otro pequeño esfuerzo, pude aguantar un poco más, pude llegar un poco más temprano, pude haber hecho tantas cosas que no hice. Pero lo que si hice fue postergar mis sueños hasta que se empolvaron debajo de mis pretextos. Guardé mi corazón en una caja de archivo muerto que ahora ya no encuentro y no quiero perderla en este incendio. Me siento tan cansado que ya no quiero ni esconderme, ni seguir mintiendo. Me quemaré con esto, y mañana cuando me despierte abonaré el terreno como para que crezcan árboles y flores, y si no crecen no habrá problema. De todos modos ya no estaré aquí.