jueves, 16 de mayo de 2013

Justificar la imprudencia.








"Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa El Salmón"
Andrés Calamaro




Veo los coches pasar desde la ventana y el viento apenas roza los arbustos; son las únicas cosas que yo siento como señales de que el tiempo no se ha detenido. De pronto me siento intranquilo. En días como este no debería venir a trabajar, pero no hay más que hacer: como dirían los Caballeros de la Quema, "el que no se rifa un poco no come". Aparte los sábados pagan. Y a mi que me caga tanto esto de las rutinas. Me aburren. Me desesperan. Me dan ganas de tomar mis cosas y largarme a cualquier otro lado, pero de pronto caigo en la cuenta de que de todos modos no tengo donde ir...

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"¿Nunca te pasa que hasta los felpudos se cruzan de calle si te ven venir?" Canta Ivan Noble en mis audífonos. Me duele la cabeza y me arde la garganta, siento la boca pastosa y amarga. Cierro los ojos y pienso que no hay nada peor que ir al trabajo con resaca, todo pinche pálido y ojeroso, tratando de pensar en qué momento la noche se hizo tan larga, a partir de que cerveza fue que dejé de pensar que al día siguiente tenía que levantarme temprano y entonces empecé a beber como si no fuera a arrepentirme de ello; y encima toda la gente se aleja nada mas de verme. Me bajo del camión en Chapultepec y el sol me da de madrazo en la cara, camino despacio porque me tiemblan las piernas. Entro al metro con miedo de que me den náuseas. Me urge encontrar una pinche farmacia para comprar un desodorante, una botella de agua, una pasta y un cepillo de dientes, al menos para dar el gatazo y mi jefe no se saque de pedo, también para ver si me siento un poco mejor. De momento estoy que me carga la chingada y le ruego a mis deidades paganas que no haya tanto trabajo, que por todos los demonios el día no sea tan largo. Daría mi reino (si lo tuviera) por dormirme un par de horas...

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Hay días que parece que todo se confabula para darme en la madre, o a lo mejor es que me encanta andar poniéndome las cosas cuesta arriba, haciéndolo todo más difícil. Es una de las costumbres mas pendejas que tengo, pareciera que me gusta ir boicoteándome la existencia hasta que ya no haya otra solución que salir corriendo antes de que todo se derrumbe. Eso me estresa, ser tan idiota. Tan fácil que resultaría ponerse las pilas y empezar a desarrollar métodos para no cagarla, al menos para no cagarla tan feo. Ser un poco mas honesto, al menos conmigo mismo. Aceptar las cosas como vengan y quitarme esa maña tan pinche de andarme quejando de todo. Poner las cosas en orden y atender las prioridades. Llevar una vida más sana y no destruirme como si tuviera mucho que destruir, porque la verdad es que cada vez le faltan mas piezas al rompecabezas abstracto y sin forma que soy, a veces me miro al espejo y ya no me reconozco.

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Todo me dio vueltas, y en un segundo no vi mas que oscuridad. Apreté los párpados y las mandíbulas; pero de pronto sentí el sabor metálico en la boca. Vale madre. Me acerqué al lavabo y me eché agua en la cara. Me caga la sangre, siempre tan escandalosa. Encima la pinche jaqueca. Me senté en el retrete y me recosté hacia atrás, jalando hacia atrás la cabeza y tensando el cuello, intentando ponerla en alto. Me taponeé la nariz con papel de baño y esperé que pasara, sin poder sacar de mi mente que odio a la gente que no tiene que trabajar los sábados.

El Tragasables

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wow que lprofundo eres, pero despues de todo eso algo bueno en el dia te paso. No se como que un amigo te haya hecho reir, ve el lado positivo a las cosas.
Entiendo que hay dias que nos sentimos de la chingada pero encuentra el lado bueno